¿Qué les puedo decir que no hayan oído ya?
A estas alturas todos sabemos bastante sobre el coronavirus, sobre las muertes que ha causado en muchas partes del mundo, sobre las consecuencias que ha traído a los países, la economía, la geopolítca y la educación, sobre las medidas de seguridad y prevención que hemos aprendido y puesto en práctica para precautelar nuestra salud y bienestar…
Las redes sociales han cumplido muy bien su papel de traernos noticias: buenas, malas, interesantes, graciosas, etc., y nos han transmitido, sobretodo, mensajes de tranquilidad y esperanza de muchas personas que, a lo largo y ancho del planeta, han reflexionado y se han inspirado para ayudarnos a descubrir las enseñanzas de lo que estamos viviendo.
Lo que está sucediendo en el mundo, con nosotros, nos tomó de sorpresa y ha puesto a prueba no sólo nuestra capacidad individual para la sobrevivencia sino, ante todo, nuestra capacidad de respuesta comunitaria a este desafío que, con seguridad, nos prepara para lo imprevisible del futuro. Y creo, ese ha sido el mayor aprendizaje de todos: identificarnos como parte de una misma humanidad, en su fragilidad pero también en sus fortalezas. Hemos redescubierto el verdadero significado de bien común y de cuánto, a él contribuimos con la responsabilidad individual pero, sobre todo, con la corresponsabilidad hacia los otros, pues todos estamos conectados y lo que yo hago sí afecta a los demás. También hemos dejado florecer esa sensibilidad que nos permite conmovernos ante el sufrimiento ajeno y nos mueve a ayudar buscando no mi bien sino el de todos, el bien mayor.
Apreciadas familias y colaboradores, con la confianza de sentir que Nuestro Padre Dios nos está acompañando a cada uno en nuestros hogares, me uno a las oraciones de todos los creyentes que en estos momentos acuden a Él, pidiéndole que no permita menguar nuestra fe sino, por el contrario, salir de esta circunstancia más fortalecidos en ella.
Y que, cuando volvamos a reunirnos, en el colegio, en el trabajo, en la iglesia, en la calle, mantengamos el deseo de caminar juntos, de entender al prójimo y tenderle generosamente nuestra mano cuando la necesite, como lo hemos prendido en estos días.
Mientras tanto, les pido sigamos en oración personal y comunitaria, aprovechemos la creatividad desbordada a través de las redes y los medios, que nos ofrecen diversas formas y oportunidades para ello. Disfrutemos el estar en familia, no nos cansemos, redescubramos la persona maravillosa que hay en cada hijo, en la esposa o esposo, en los padres, los hermanos. No nos desentendamos de las obligaciones hogareñas, ni tampoco de las laborales y académicas para que, cuando todo vuelva a la normalidad, no nos resulten pesadas.
Y no olvidemos agradecer y pedir por tantos héroes anónimos que ahora han surgido: todas esas personas que siguen trabajando para garantizar la seguridad de quienes estamos en casa y los que enfrentan más de cerca la enfermedad: los médicos, las enfermeras y quienes están buscando la cura.
En estos momentos en que nos encontramos físicamente distanciados, nuestra fe nos mantiene unidos y nos une con todos los creyentes del mundo: confiemos en el poder de nuestras oraciones y encomendémonos a Nuestra Madre la Virgen María para que nos proteja y ruegue por nosotros.
Con profundo afecto,
Carmen Cañas M.
RECTORA



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Buscando dar respuesta a la complejidad de las dinámicas sociales, la acción social consciente es un verdadero bastión de lucha por una sociedad humana, justa y equitativa. Al hablar de una acción social consciente se debe tener una visión que contribuya con la transformación social a través de la toma de conciencia de nuestra condición de seres humanos como un solo complejo donde todos los miembros sean reconocidos como actores y poseedores de una diversidad de recursos necesarios para conformar un verdadero proyecto humano.

